TiraEcol

Tira Ecol

lunes, septiembre 22, 2008

Unas Crónicas retrasadas


Una marca en el brazo me pregunta que por qué si hasta a Farid lo quemaba el fuego de vez en cuando... ¿Por qué a mí no me habría de quemar un poquito un incendio? Aunque claro, mis marcas tienden a ser exageradas.


Ha pasado tiempo desde que escribi por última vez en Crónicas, pero no precisamente porque no quisiera escribir; no me dedico todo mi tiempo libre a jugar video juegos o a dormir, y menos pasé por horas en que no hice absolutamente nada. La única excusa válida para no escribir: Gaby.

Gaby por primera vez desde que entró a clases se quedó el fin de semana, razón por la cual, cuando no estaba trabajando (ya le prometí de dedito trabajar todo lo posible, con una meta de 3000 todas las semanas) estaba con ella comiendo, viendo anime, haciendo cositas "%&$ y tirados en la cama haciendo absolutamente nada mientras afuera pasaban las horas.

¿Cosas interesantes que contar? Realmente, aparte de ver más de Tsubasa Chronicles, ver la segunda película del Zorro, trabajos de 1000 palabras de inglés y hablar con Marisol, aka la horny, por mensajitos, no hubo mucho... Excepto... El pequeño incendio de al frente, pequeñísimo, jeje.

Empezó precisamente cuando Gaby y yo estábamos haciendo aquellas-cosas-ricas-que-no-deben-ser-mencionadas y cuando nos dimos cuenta por la sencilla razón que ver un camión gigante de bomberos entrar a la calle de mi casa es algo extraño. Vimos la gente, escuchamos las sirenas, sentimos la ansiedad y... claro, olimos el humo que venía de una gigante llamarada en una casa justo diagonal a la mía. Wow, sorpresa, sorpresa.

Todo mundo corría y Gaby yo íbamos caminando tranquilos. Supongo que en algún momento me pusé a pensar en la posibilidad del fuego llegando a mi endeble y muy flamable apartamento, pero era casi imposible, así que llamados por un señora bajita y apresurada (no, no era la conciencia, era real), nos pusimos a ayudar. Yo sacando dos sillas y salvando un poco de ropa arriba, Gaby tratando de calmar a la dueña de una casa que recién estaba empezando a quemarse mientras ella caía poco a poco en un ataque de ansiedad. 15 minutos más tarde, el fuego se había ido con el aire, la gente estaba más tranquila, y una marquita en mi brazo apareció, donde supongo me cayó algo sin darme cuenta.

Con lo de la caricatura, obviamente los bomberos no podrían haber apagado el fuego así de gordos, o no en 15 minutos por lo menos. Los gordos eran los fotográfos de los periódicos y algunos paramédicos, que supongo venían derechito de su almuerzo; igual me da gracia la caricatura, jeje. Así empezó un sábado que terminó para mí con mucho trabajo atrasado, con besos de Gaby y con un buen surtido de abrazos, comida comprada y alguna que otra fantasía.

Hoy, por primera vez en mucho tiempo, sí trabajé. He hecho 150 (de 250 que empecé a hacer en medio de bajar música, razón por la cual hicé 100 menos, jeje) y en aproximadamente 40 minutos empiezo a hacer los que pueda antes de que venga Gaby. ¿La meta? Hacer 500 entre hoy, y mañana en la mañana, para seguir un tallado pero no tan estresante cronograma de trabajo de hacer 3000 esta semana. ¿Será posible?

Y así los dejo, porque tantas cosas me llaman... la cama, el control para jugar, las mil páginas de internet que tienen aunque sea una línea que decir y la cocina, aunque no tenga sartén para cocinar los 12 huevos que tengo y que vencen dentro de 8 días. Y también, aunque esté menos presente, me llama Gaby que ahorita está en clases y con quien me encantaría hablar, cosa obviamente imposible cuando son sólo como cuatro en esa clase, jeje.

Pero ya lo saben... Trataré de seguir escribiendo, jeje.

¡Ciao!

P.S: Para un trabajo del Curso de Redacción de la U, tuvimos que hacer una descripción de alguien. Por una pequeña conversación antes de salir de clases, me comprometí a describir a mi amigo imaginario. Y como Crónicas y sus escasos lectores no lo conocen, aquí dejó su historia:

Mi amigo Imaginario
by Simon

Lo vi por primera vez una tarde que llovía. Estaba solo mirando por la ventana y soñando en juegos y mundos locos; fue de uno de ellos que salió él. Alto, con un pelo lacio que arrastraba por el suelo cuando caminaba, salió de un cuarto extraño de mis sueños y se presentó: Mi amigo imaginario. Nunca me ha dicho si tiene realmente un nombre, porque cada día es uno nuevo: El Loco hoy, mañana El Serio. Siempre anda jugando con palabras y se cree el mejor escritor del mundo, aún cuando no escribe porque cree que muy pocos elegidos merecen leerlo; es un arrogante y por alguna extraña razón, eso lo hace sentir orgulloso. Siempre anda descalzo por todas partes, y adora caminar en una pradera donde recién ha llovido, para sentir en su pelo y en la planta de los pies, las gotas de rocío acariciándolo. Pero si hay algo que ama realmente ese querido conocido, es ser realmente imaginario y no real, para poder viajar a todas partes, de este mundo y otros muchos, y traerme recuerdos, como piedras o un simple murmullo del viento en un bosque encantado. Las palabras son hermosas, diría él, pero nunca son suficientes. Y menos cuando uno trata de describir a alguien tan magicamente orgulloso y grandiosamente infantil. Después de todo, es el compañero imaginario de un loco como yo.

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