TiraEcol

Tira Ecol

viernes, diciembre 08, 2006

Como ser carismático en el medio de felicidad y hospitales

¿Cómo empezar a narrar este día en donde tantas cosas han pasado, tantos miedos han muerto y tantas esperanzas han renacido? ¿Cómo seguir una línea cronológica cuando lo que quiero es decirlo todo al mismo tiempo? Lamentablemente, escribiendo así solo yo entendería; aún cuando no escribo para los demás, es una injusticia que se topen con un día importante ilegible. Y por eso, moderando mi emoción, empiezo desde el principio; el sol recién salía cuando una música endemoniada me levanto; el comienzo propicio para un día perfecto.

Me bañe con rapidez, sin haber en el cielo mas recuerdos del sol que unos cuantos pincelazos por aquí y por allá, con tonos de celeste y madrugada todavía adornando mi ventana; hoy tenía que llegar temprano para reponer esas horas que por mi moderación económica yo mismo me exigí. El día como siempre, siendo mi mejor amigo el libro de la reina del caos que por fin termino, dejándome un sinsabor en la boca de problemas pendientes y muertes innecesarias; valga decir también que el digno autor mato a todos mis favoritos y preservo a los que odiaba. Pero un dolor de cabeza surgía poco a poco, reflejando su monstruosa cara de tres cuernos y alas de serpiente en la pantalla apagada de mi monitor; un dolor de cabeza que nada quitaba. La razón, fácil de discernir, solo aumentaba el dolor con el paso de las horas; hoy era el día de mi cita nefasta, en donde o me operaban o yo salía feliz. Y fuera lo que fuera lo que pensará exactamente en ese momento, no me decepcione, para nada.

Mientras caminaba por las sucias y congestionadas de estupidez calles de San José, y todavía cargando el dolor de cabeza en mi bulto, un cansancio abrumador cayó sobre todo mi cuerpo; cualquiera que me viera habría notado un hombre mareado, posiblemente borracho, que chocaba contra gente y postes; realmente, poco me falto para desmayarme. Y como si el universo solo quisiera agravar un poco el asunto, me doy cuenta que mi amiga, mi hermana molesta cuando quiere y amiga incondicional siempre, se había equivocado al escuchar la hora de la cita y no podría llegar a tiempo. Y aún cuando le decía que posiblemente había sido mi responsabilidad cuando dije la hora y le aseguraba que no importaba, una molestia más surgía en mi interior, ocasionando que colgará el teléfono en medio de sus miles de perdones; iba cansado, adolorido, y sin nadie. Y si queremos sumarle algo, enojado con la humanidad, sacando a relucir ese Simón maligno del que sus planes y sentimientos me avergüenzo. Pero con estos estados de ánimo, logré aún llegar al nefasto cubil del dolor, llanto, alegría, y muerte. Pero más sorpresas me aguardarían adentro.

Llegó a la puerta del infierno Urológico, solo para informarme que el expediente no aparece y que como siempre, era yo el que lo tenía que buscar en archivos y más idiotas burocráticos. Obviando tal recomendación, me encamino a Dirección, en donde a fuerza de sonrisas y alegría me he ganado un puesto en el corazón de tan dignas mujeres; a pesar del dolor y cansancio, sorprendentemente me logro mostrar bastante carismático y alegre, sin poder eliminar la mirada de cansado. El caso es que luego de hablar, dar vueltas, y vacilar con las regidoras de la dirección, me encamino nuevamente con mi expediente escondido en un rollo de más sonrisas, logrando sacarlo del hospital, solo para volver a entrar y llegar al infierno nuevamente. “Aquel que entre, desespera”, como diría similarmente la puerta de Dante; tal inscripción se leía en las frentes de las secretarias. El caso es que luego de esperar bastante tiempo sentado en una incomoda banca, tratando de leer en medio de mi ansiedad infinita y preocupación de la nada, que era realmente la causa de mis desdichas, una ansiedad que llevaba acumulándose meses de meses, volviéndose más fuerte entre más cerca se estuviera de la meta. Y por supuesto, su pico fue cuando me llamaron y tuve que levantarme para encaminarme a la oficina del doctor; noté las miradas de todos como si fuera un condenado a muerte.

Saludos, y preguntas siguieron una vez entré, y exámenes requeridos. Le hice notar al doctor que ningunos exámenes habían sido requeridos, preguntando a la vez el porque. Para la operación, me respondió el digno señor; salté de mi asiento inmediata y casi literalmente, preguntando si era realmente necesario. Pero luego de una rápida inspección en que mi pene temblaba tanto como mi alma, me termino diciendo… ¡Qué no era necesaria! Y mi sonrisa fluyo libre, llevándose el dolor de cabeza, el estrés, el dolor y la ira. Igual, queda una cita pendiente para la próxima semana para abrir ese agujero privado y sensible otra vez; solo me reconforta el saber que no será como la vez pasada, en que sufrí, lloré, me deprimí y me arrepentí de no morirme con la meningitis; como bien diría el doctor, va a ser una cosa simple y sencilla. Salí del hospital, todavía con un paso cansado que dominaría mi cuerpo hasta que entré en mi apartamento, aunque mientras escribo esto, estoy más dormido que despierto. Mensajee por un lado a uno querido hermano amigo, para programar una reunión, en vísperas de la fiesta de otra amiga que me había invitado a un bar en el sublime San Pedro, fiesta a ser realizada mañana, y que por supuesto, no contará con la asistencia de este joven que esta cansado del ruido, la cerveza, los tragos, los cigarros y la histeria. Quedamos total en hablar mañana y seguir este intento de poder abrazarnos; hasta la época, él sigue siendo el único hermano que cada tanto y muy a menudo, me dice que me quiere, para escuchar una idéntica respuesta de mi parte; uno de los pocos que reconocen sus sentimientos, sin mentir ni ocultar. Y esos pocos hacen valer la pena todo, absolutamente todo.

Luego de hablar con mi hermana/amiga y ratificarle que todo había salido como era previsto, simplemente perfecto, me siento en un parque con árboles dándome una calurosa sombra, para descansar y planear el paso a seguir; poco falto para quedarme dormido. Pero el caso es que luego de una llamada a la universidad en la que ponía mis esperanzas de mi futuro, y a pesar de una ligera lucha personal y mi cansancio, me pongo de pie y con prisa empiezo a caminar para ir a la misma; hoy podía realizar el paso a seguir en mis sueños. Compré como costumbre el cangrejo delicioso que adorna una de tantas tiendas y sodas, y luego de obtener mis papeles respectivos, me siento en una banca dura para contemplar mi botín. Y una nueva sorpresa me hizo doblemente feliz… ¡Con mi nota, no había carrera a la que no pudiera entrar, estando sobrado para la que quería! Estoy me hizo sentirme sumamente orgulloso, obviando que realmente hubo una carrera a la que no hubiera entrado: Estudio de música en énfasis de piano. Por dicha, mi lado artista decidió irse por el lado de las letras y no de las notas armónicas de la poesía en clave de sol. Y con todo este conocimiento, mi sonrisa se ensanchó y orgulloso de mis logros, me monté en un bus para ir a San José planeando como llegaría a dormir. Pero nuevamente mi instinto me indico que era mejor otro de las infinitas posibilidades; un mensaje a mi padre cercano lo concreto todo.

Con prisa caminaba por medio San José, luego de darme cuenta que todavía no había pago alguno en mi tarjeta, para dar una visita breve a mi padre cercano. Mi querida prima, aquella fanática de los abrazos y sabia en cuestión de lenguas modernas, incrementando su lista o recuerdo a cada instante, me abrió la puerta con una sonrisa; se ensancho aún más al saber de donde venía. Entramos y luego de los abrazos y saludos de los correspondientes visitantes al hogar, enseñe el material obtenido, así como mi orgullo y felicidad. Hablamos sobre cortes, sobre carreras y ya al final de nuestra conversación, fui invitado a volver nuevamente a mi futura universidad, a ese hogar para mi alma hambrienta, para escuchar a mi tío cantar. Entramos con fuerza en el reducido carro y en medio de bromas, terminamos llegando; gente por todos lados, rostros hermosos, auras enormes, arte en muchas miradas, energía en muchos gestos; cabe decir que cada visita a esos campos verdes, árboles majestuosos, o gente llena de recuerdo, solo hace que mi amor por esa ciudad de recuerdo y experiencias se incremente. Escuchamos entonces el espectáculo, asombrándome por un talento que no llegó todavía a definir por mi poca habilidad temporal para apreciar el sonido; el hecho es que al final de cada canción, mi espíritu me exigió aplaudir con fuerzas por lo que él si había escuchado, sumando mis manos un concierto en sí al cálido sonido que todos hacían. Nuevamente, siendo una hermosa constante de hoy, más abrazos se sumaron, sonrisas, besos y recorridos por tiendas buscando algo que nadie sabía que era; en el viaje, mi asombro por tanto arte que se sudaba por tantos poros casi me desmaya. Pero definiendo que ya nos teníamos que ir, yo con afiche en mano regalado y botella de agua, nos fuimos a comer. Y ahí, una nueva sorpresa, como tantas hoy, sacudió mi corazón; una sorpresa caliente y acogedora.

Si una de las constantes hoy fue las sorpresas, debajo de esta categoría, la otra constante sería los encuentros amistosos. Iba caminando feliz y contento cuando mi padre cercano me indico una de las mesas y cual no sería mi alegría cuando vi en ella a una de las familias con que más cerca me relacioné siendo un niño; la familia incompleta de la que fue la mejor amiga de mi progenitora, de la cual mi padre lejano talvez podría decir alguna que otra cosa. El caso es que más y más y más abrazos surgieron de la nada, así como caricias de ternura, risas, chistes, preguntas, helados de fresa, más saludos, besos, y uno que otro duende de incógnitas. Al final, así como en la tarde había quedado con mi hermano/amigo de una reunión, un similar trato se formo con ellos; asistiría, a menos que algo surja como mejor opción, a una cena de esa festividad que me niego a creer, aprovechando como siempre sus frutos sin remordimiento alguno. Pero la noche ya había caído en nuestros hombros cansados, y despidiéndonos de todos los amigos de la noche que habían salido de no se que madrigueras, nos devolvimos a la ciudad de la contaminación, para saborear deliciosa comida china y vegetariana, cansados tanto mi padre como yo, culminando la noche con una visita al cajero y al bus que me devolvería a mi hogar; un duende de instinto me susurro que todavía no había terminado. Y como siempre, no falló.

Justo cuando planeaba terminar este diario, me llama mi madre/amiga para preguntarme, luego de mis noticias de hoy, sobre mis acciones para el próximo fin de semana; sin darme cuenta a través de mis ojos cansados, terminé siendo invitado a un viaje de placer a una finca, la misma en donde mi hermano había vivido tantas aventuras, tanto escalando su vida de piedra, tanto cabalgando el caballo de sus emociones. La conversación fue breve pero alegre, y colgando con prisa, escribo estas últimas palabras; veamos que nos depara mañana. Mientras tanto, ¡MUY BUENAS NOCHES!

No hay comentarios.: