TiraEcol

Tira Ecol

sábado, diciembre 23, 2006

El Presentimiento de una enseñanza

Debo de admitir que hoy fue un día de echarse simplemente a llorar y no hacer nada más que eso; por primera vez en mucho tiempo no me logro levantar temprano para lavar, y aún después de limpiar el apartamento, quiebro de forma seguida y significativa dos copas, una con sangre en su cavidad todavía, la otra nueva y limpia. Pero aún así, terminé mis labores y luego de bañarme, sin apreciar también por primera vez mi cuerpo desnudo y rasurado, me fui a comprar dos copas nuevas para restituir la fiesta; poco a poco, el día se me hacía peor.

Y es que aún antes de irme, había terminado de escribir la descripción del viaje que puse el día de ayer, y siendo por lo menos lo suficientemente bueno como escritor para entenderme yo, el dolor, la tristeza y el arrepentimiento volvieron a surgir como nuevos; sufrí por la coquetería, por las palabras hirientes que proferí, por la amistad que estaba seguro no merecía, o por la familia a la que debía huir; aún ahora, alguno de esos sentimientos subsisten. El caso es que me fui con la sensación de no ser lo que tanto creía y decía, de ser el mayor de los desleales cuando pregonaba lealtad, o el mayor odioso cuando quería ser amor. Y ese sentimiento, solo más grande se haría.

El caso es que luego de agregar el día de ayer y los demás a este querido Blog, y de revisar unos cuantos correos de la comercialización de la navidad, me dispuse a revisar si algún comentario me habían hecho de mi cuento concursante en el certamen, solo para darme cuenta que… ¡Nadie había dicho ni una mierda al respecto! Con mi estado anímico, multitud de pensamientos surcaron entonces mi mente… Que no era lo suficientemente bueno para que me critiquen del todo, que yo decía ser escritor y no era nada, que no hacía nada bueno en vida más que robar aire… Cosas por el estilo. Comí por la necesidad de no morir de inanición y proseguí mi día; vale decir que apenas llegué a mi casa, traté de leer un poco sobre esa propiedad encumbrada, para dormirme a los pocos minutos; dormí y dormí hasta que la noche me domino, otra vez, con su costumbre de sombras.

Así quedé por largo tiempo, solo interrumpido por una visita a la soda de a la par que cerrará hasta febrero, visita en que comí muchos de los platillos que nunca había pedido, así como de mi favorito; llegué a la casa con la panza llena, más que satisfecha, y volví a dormir. Pero una llamada me levanto de mi letargo y me prometió que no era yo olvidado; mi familia estaba afuera, demostrando con orgullo un carro grande y nuevo, magnífico caballo de guerra, pidiendo con expectación mi visita mañana. En mi estado, no pude demostrar alegría, ni sorpresa, ni ninguna de esas emociones tan propias de buenas noticias; con costo pude afirmar mi visita a la cena navideña, y lo hice por el dolor que me podría ocasionar. Partieron, y prosiguiendo la celebración de ayer, mi mejor amigo, su novia que se vuelve ya una buena amiga y un tercer elemento tomamos, reímos, jugamos y comimos. Ya terminando la noche, y siendo ya no Simón, sino Putito para la Mari, que es ahora Percantilla, recibí una regañada sobre mi actitud, instándome a mejorar mis ánimos y que me atreviera a sonreír. He de decir que creo que tantas palabras sirvieron su propósito, pues terminando esta noche, me siento con ánimos de volver a mi familia; todavía quedan algunos sentimientos de aversión al respecto, pero creo que los podré superar. Dos cosas pueden pasar a raíz de mañana: O salgo de tanta mierda, o me sumerjo más y me quedo ahí, y en este momento, a ninguna de las dos temo…

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