TiraEcol

Tira Ecol

sábado, diciembre 02, 2006

Un sabado intranquilo plagado de ignorancia

¿Como empezar a narrar un día en que ni yo mismo sé que siento ni que parte es escribible y que no? Pero debe ser posible; he dejado de creer en el no se puede. Entonces, con esta fuerte convicción, manos a la obra. Empecemos primero por ignorar la mañana; como todos mis sábados solo podría detallar con mayor énfasis la limpieza de siempre. Es lo que siempre hago y me hace feliz, por más que tenga que levantarme temprano cuando me gustaría dormir, y por más que llueva afuera de mi ventana y mi misma naturaleza humana me tumbé en la cama otra vez. Me bañe luego de rasurarme y depilarme como el mejor romano; por alguna razón, no hay momento en que amé más mi cuerpo que recién depilado, con el agua caliente recorriendo mi cuerpo, mi pelo que sigue creciendo ante mi gusto golpeando mi espalda, jugando con una barra de jabón que ya se gastó. Me vestí con el objeto de parecer guapo, aún cuando sabía que no tendría más cumplido que unas cuantas miradas y salí al Internet café a responder correos y poner esta semana pasada en este Blog a la vista de todos, aún cuando esta vista se reduce por el momento a solo unos cuantos. Le escribí entonces de paso a una amiga que no veo desde antes de que la enfermedad me dejará como el semi sordo que temporalmente soy, antes de que hubiera recordado tanto, antes de que la mierda y la felicidad de mis días me hicieron un poco más viejo. Pero la invito porqué recuerdo todavía su rostro y sonrisa en una tarde en que me había llovido, lo hago porqué recuerdo como estúpidamente había admitido mis sentimientos, como tiendo a hacer sin pensar, solo para sumar un rechazo más a mi lista; lo increíble es que a pesar de todo, siga haciéndolo. Pero luego de hablarle cibérneticamente a ella, tanto como a mi padre lejano discutiendo ahora mi teoría de la receta del amor, me levanto con una llamada y parto con un rostro cabizbajo. Pero para entender la llamada y la reacción, tendríamos que devolvernos en el tiempo, aunque sea por solo unas cuantas horas; les prometo volver al tiempo presente.

Ayer iba en el carro de un viejo compañero del colegio que ahora resulta ser compañero de trabajo; por muchas razones que yo mismo desconozco, nunca llegó a ser un amigo. Iba feliz, sonriente, planeando un reunión con mis amigos de los tiempos de estudio, que luego de no verlos por mucho tiempo, los extraño a montones; son ellos parte de esa gente que no dudamos en admitir que queremos montones, tanto con palabras como con abrazos. Me daba cuenta que estaban ocupados todos con exámenes, cosa que desconozco desde que trabajo, y que hasta la semana próxima se podría hablar de volvernos a ver. Sin duda alguna, y sabiendo que ya algo había avanzado, dije que sí, haciendólos prometer que a diferencia de tantas veces, no me dejarían simplemente plantado. Pero volvamos al carro. Hagánse la imagen, están sentados conmigo, venimos de trabajar, estamos riendo escuchando música que, como siempre, yo no llegaba a entender, cuando suena mi teléfono. Contestó y después de algunas palabras, mi semblante cambia, justo antes de bajarme para ir a mi casa. ¿Qué fue lo que pasó?

Lo curioso es que por el momento sigo sin saber exactamente que modifico tanto mi ánimo. La llamada era de la mujer de la olla que sigo sin saber si los ingredientes del amor se quitarán en algún momento, aún cuando ya he eliminado la mayoría; la misma que tarde o temprano sale descrita en tantas letras a lo largo de mis días. Me preguntó si podía quedarme a dormir para cuidar, no tanto a la casa, sino a ella o por lo menos, para darle compañía y tranquilizar a esa madre que es como la mía. En su momento, dije que sí, sintiendo el cambio de humor que no habría de manifestarse hasta el día siguiente; en ese exacto momento, seguí las bromas con una confusión con otra mujer, la de perfil de anteojos enormes, comí en la soda como siempre, pagué mis deudas, contraje otras, vacile, reí, jugué y me fui a dormir. Pero hoy, me doy cuenta de una llamada perdida ocurrida en mi proceso de limpieza, y mi primer instinto fue no adivinar quien era, sino la razón; mi mamà/amiga dudaba de la confianza que nos podía tener a su hija y a mí, o por lo menos y según mi creencia, a mí enteramente, tomando en consideración un pasado no tan lejano. Y desde ese momento, todavía con mi ropa de dormir y sin comer, el cambio de ánimo que en la noche anterior había sido un simple detalle, ahora tomaba todo el poder. Terminé lo que tenía que hacer en la casa, y fue cuando recibí otra llamada de la mujer de la olla amorosa, como bien podríamos llamarla por ahora, diciéndome lo que mi sentido me había dicho en la mañana con respecto a su mamá e instándome a conseguir a alguien más para no quedarnos solos. Esa fue la llamada que me hizo levantarme de la computadora, y la que me hizo caminar hasta mi casa con un sentimiento que no lograba definir. Con el mismo, leí y por una llamada más, me encaminé a este hogar tan verdadero para mí, en donde sin saber porqué, el sentimiento solo se afianzó. ¿Porqué?

Ahora duerme, con la promesa pendiente de que me levantará mañana para definir los detalles de una actividad navideña mañana en su trabajo, con fuegos artificiales, gente de rojo y verde y animales incluidos. Y la verdad, no creo que vaya; algo en mi interior me dice que no sería lo mejor. Y no sé si es porque hoy, por ser hoy, la quería ver tanto que incomoda, o porque no la quería ver del todo. Creo que tiene que ver con ella, con ella y nadie más, con esa alma que me cuenta que llora sin saber el porque, aún cuando mi intuición me menciono una posible razón; sea como sea, todavía me doy el lujo de pensar que puedo tener alguna importancia para ella, no como amigo, sino como lo que en alguna momento fui, si no para ella, por lo menos según mi perspectiva. Pero a pesar de mis consejos, el recuerdo de la tarde tiñe mi visión, la sensación de algo raro que pasaría; talvez era el conocimiento de que sería prácticamente ignorado, como bien pude predecir nuevamente, o porqué no puedo sustener la máscara de sonrisas por el momento. Talvez no sea ella la culpable; un gusano desconocido puede estar comiéndose algo mío. Pero por el momento, sintiéndome de esta forma desconocida, prefiero no ir mañana, prefiero no hacer mucho. No hasta que tenga la respuesta que busco, del porqué una intranquilidad surca mi corazón, si es eso lo que siento en el pecho. Pero a estas alturas, hasta eso desconozco. Me acuesto en un lecho de ignorancia, buscando la felicidad en un sueño o una ilusión más; pueden ser ellas las poseedoras de mi secreto. Un secreto tan oculto que ni yo recuerdo donde esta la llave.

No hay comentarios.: