TiraEcol

Tira Ecol

martes, octubre 31, 2006

Visita al hospital en año nuevo

Celebro con júbilo el año nuevo de las antes perseguidas, de los antes asesinados sin piedad y comprensión. Celebro, mientras imagino niños blancos y estúpidos pidiendo dulces, el comienzo de una nueva etapa. Una era en donde ya se vislumbra la grandeza, y lo magnificente. Donde el Dios en mí ve su presente.

Experimento nuevamente olor de hospital, de enfermos, de dolores, todo iluminado bajo la luz de mi propia sangre; visión fatal que no deja de asombrarme. Y todo para ser culminado en burlas estúpidas mientras el trabajo buscaba volverme loco con su magnitud, un guiño de ojo a través de un consultarlo del cual queda pendiente el significado, y una llamada violenta de la mujer enojada que se siente herida por un ataque invisible; todo un show para mi dolor de cabeza siempre creciente. Pero son simples obstáculos que con mi grandeza inherente pude superar, no sin su cuota de energía suficiente. Ya se discierne donde yace la verdadera amistad, y donde lo superficial, por más hermoso que se pueda presentar. Si he de huir de mis juguetes sociales, seamos un poco justos y dispongamos de todos ellos, sino el propósito se perdería entre un sin sentido verbal y mental. Y eso, no lo permitiré. Entonces, alejémonos de aquellos hombres y mujeres que buscan la risa fácil y sin cuestionar, pues su enfermedad se prueba como contagiosa. Lo último que quiero es ser de su calaña; aún ellos talvez lo lamenten, pero ya muy absorbidos están. Pobres diablos todos.

Y aquella mujer grande, enorme, maravillosa y sublime en su belleza del todo, sigue presentadose ante mis ojos como la mujer que amo; no crean, trato fuertemente que sea lo contrario. Pero por más esfuerzo, no puedo evitar ciertos deslices que espero y no espero, dulce contradicción, que no note del todo. Sé que puedo mirarla con ojos enamorados a veces, cuando me pierdo entre sus cabellos o entre algún ademán grácil, y que mi voz a veces llora con ansías de volver a decir aquellas dos palabras que tanto añoran mencionar. Sé que cuando no me mira, mis ojos se aprovechan del momento, y con destellos fugaces dicen todo lo que me veo forzado a callar; luego ella se vuelve, y tantos fuegos artificiales vuelven adentro. Y no es que no pueda verla como la amiga; de hecho, poco a poco la empiezo a ver así. Como la amiga que quiero montones, y que deseo que sepa de mi vida, esperando talvez saber algo de la suya. Aquella amiga a la que pienso dos veces para dar un consejo, por considerarlo tonto o simple; simples consecuencias de tratar con una diosa avatar que se sabe como tal. Piénsenlo, que tan fácil sería darle un consejo a un Buda o Jesús que lo sabe prácticamente todo, aún siendo un Jesús o Buda uno mismo? Igual, todos sabemos todo. Solo nos falta el recuerdo.

Pero, oh dulce ambivalencia, a pesar de todo, están tanto los momentos en que puedo burlarme de alguna actitud suya o atisbar un consejo, como aquellos en que debo callar en mi enamoramiento. Oh fatalidad, hermoso destino y universo! Voy paso a paso, y este cambio forzado, no provoca ya dolor, ni tampoco incomodidad; igual, no es la primera vez que me veo forzado a esconder una faceta para mostrar otra. Pues es así: La quiero como amiga al mismo tiempo que la amo. Solo es cuestión de ignorar lo último y enfocarme en lo primero, la amistad. Y se me ocurre una idea: Que mejor para digerir la idea de su amistad, que permitiendo que lea mis propias palabras compañeras de las actuales que nacen de mis dedos? Solo a una persona le permitiría leer esto; a mi mejor amiga, y realmente, eso es lo que es. Me doy cuenta ahora; no es ni mi hermana, ni solo una amiga, es mi mejor amiga, que por simple casualidad del destino (cosa que sabemos no existen), amo también. Es tan difícil de comprender?

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