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sábado, diciembre 22, 2007

Entre Rushdie y la ansiedad

Hace mucho tiempo, en Moravia, con un piso blanco y frío a mis pies, con una cocina que tenía lo que esta todavía no tiene (una refri, un microondas, una plantilla y un coffee maker), sentía lo mismo que ahora no puedo evitar reconocer. Llevaba una tanta continua de lectura del libro de Rushdie y faltando unas 200 páginas (Me di cuenta que era largo), me sentí, al mismo tiempo, sólo y desesperado por escribir. Por eso es que ahora, mientras escribo por aquí, se abre el Word, listo para recibir de estos dedos fríos pero ansiosos, el inicio de un cuento nuevo.

Lista de posibles cuentos para escribir:
1) Terror en el Tren.
2) Terror en el Hospital.
3) Terror en el Museo de los Niños.
4) Terror en la Biblioteca Monge.
5) Historia del mae conectado y en coma.
6) Continuación del Libro Los Tres Cisnes Plateados.


Sí, se podría decir que mi mente está plagada de terror, de cuentos macabros de lugares espeluznantes que podrían llegar a ser obras maestras, como convertirse en mis intentos fracasados de probar con el Horror de la Literatura, como Lovecraft ya lo habría determinado. Pero hoy, tal vez por haber hablado con Gaby, tal vez por seguirme encontrando mi historia con la mujer que amo en el libro de Rushdie, o tal vez porque estoy solo, la extraño y eso me hace aún más culiolo, no puedo escribir terror. Así que las opciones del 1 al 4 quedan eliminadas y la número 5, aunque podría tomar un curso de amor, realmente es más complicada. Y así, los cisnes terminan ganando la contienda.

Extraño que cuando vivía en Moravia, la soledad me llegaba porque simplemente no tenía más que una computadora sin internet con Diablo II y mis libros, amigos que nunca abandonan. Era en los tiempos en que leía 4 o 5 libros al mismo tiempo porque no tenía nada que hacer más que trabajar (en el trabajo, había tanto tiempo que seguía leyendo). Y era en los tiempos en que más solo me he sentido, más desesperado, más frenético en ese ideal de tener quien estuviera a mi lado para apoyarme.

Ahora, todo está invertido pero el sentimiento, curiosamente, se vuelve el mismo. Ahora tengo internet y un MSN para hablar con la gente (no hay nadie conectado interesante ahora), tengo mi correo, tengo este blog, tengo youporn, Facebook, jueguitos virtuales, Fallout 2 (Desinstalado, aunque tengo ganas de instalarlo, perder el tiempo y volver a quitarlo) y demás cosas. Y aún más importante, tengo ya a esa persona con la que creo poesía, esa musa que trasciende la inspiración y se fija en un punto medio entre la divinidad y el caos primordial. Y hablar con ella, una solo letra de un mensaje que me llega por una pantallita de mi viejo celular, me hace inmensamente feliz. ¿Tonces?

Ahora debe de estar en la piscina. Eso decía el último mensaje, acompañado con el beso de siempre y el amor constante. Pero es ahora en que el celular no se mueve, y en que mis dedos no esperan más que un momento que no sé cuando llegará, cuando siento más su ausencia. ¿Alguna vez he dicho que mi mayor temor es la incertidumbre? Bueno, si no lo he dicho, lo digo ahora. Odio/temo/aguardo la incertidumbre de la vida, el no saber que puede pasar, ni el cuando, el como ni el donde. Tal vez por eso siento más la soledad hoy. Porque no sé cuando estará Gaby de vuelta, porque no sé donde están mis amig@s de verdad y sí existen, porque no sé si, como diría Rushdie, el suelo debajo de mis pies existe o no.

Pero yo creo que esto calma un poco mi ansiedad. Instalaré Fallout 2, jugaré un rato, me enojaré por la pérdida de tiempo en que, no puedo negar, me divertí un poco. Y después escribiré, como si no hubiera mañana. Perderme a un mundo inventado que puedo controlar siempre fue algo hermoso.

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