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Tira Ecol

sábado, noviembre 18, 2006

Nueva analogía de cocina harto buena

Limpiar y limpiar; lavar y lavar; comer y comer. Eso es un resumen casi exacto de mi mañana de hoy. He de confesar que hubo sus buenos minutos en que pensé en no levantarme, en no limpiar, en dormir hasta tarde como nunca hago los sábados, de burlar mi propia necesidad de la limpieza. Esta venció al fin y al cabo, y me vi levantándome como siempre para dividir la ropa en blanca y de color; división que en sus épocas produjo su buena cantidad de muertes entre nosotros, los intolerantes seres humanos. Se me emociona y se me engaña; la visita de uno de mis hermanos perdidos en el tiempo y espacio se promete primero, para luego ser negada. Dos veces; una vez y hubiera quedado como nuestro amigo Pedro en las leyendas míticas del libro biblesco.

Después, luego de una semana sin ir, me decido pegarle una visita a mi hogar; mi madre/amiga regresaba hoy de un viaje, y tanto por ella como por el resto de mis hermanos/amigos, era necesario pasar aunque fuera un segundo. Por fortuna, y según la eficiencia del universo, me terminé quedando a dormir, mientras mi tos se agraviaba, dejando el reflejo ronco de una voz alegre; creo que no me siento 100% bien. Pero la conozco, a la digna tos y demases, y sé que como vino, se irá, esperando una próxima oportunidad para tumbarme en la cama. Pero sea advertido resfrío que no caeré en cama todavía; faltar a mi trabajo en este momento es un lujo, mas que una alegría, un lujo económico que no me puedo permitir por el momento.

Y vamos con la analogía del día. Cada persona en nuestras vidas es una olla de cocina y tenemos a disposición millones, infinitos discos para cocinar; unos de amistad, otros de compañeros de trabajo, de simples compañeros en general, de desconocidos, de familia y etc. Ahora, no es el disco el que define la olla, sino su contenido: Ingredientes y Receta usada. Pero siempre tenemos una lista de nuestras ollas preferidas, con las cuales estamos cocinando constantemente, agregando ingredientes de alguna receta, como la amistad, la unidad… O el amor, aunque no crea yo tener de este la receta en concreto. En todo caso, en cada olla se puede cocinar solo una de estas recetas, aún cuando es permitido agregar ingredientes de otras cosas, buscando una mezcla sublime y perfecta que contenga todo. Talvez sea esta la real búsqueda de los dignos alquimistas: Las proporciones perfectas de una relación.

Pero prosigamos con la historia. Yo sé por el momento cuales son mis principales ollas de cocinar, algunas estando a fuego lento, otras lo más rápido posible, otras sin siquiera estar calientes. La olla de aquella mujer de la que tanto he hablado me llamo la atención hoy. Aunque he lavado con intensión los residuos de los ingredientes del amor de ella, todavía me falta. Al principio, por no lavarla bien e intentar iniciar con la amistad y hermandad, me producía malestar, dolor, lágrimas, y todo por no haberla lavado bien. Ahora, creo realmente que he limpiado mucho de sus dichosos antiguos ingredientes, pero no todos. Algo permanece en el fondo de la olla ahora que he vuelto a empezar con la nueva receta, y sin producir malestar, me doy cuenta de su presencia por el característico sabor que tiene la nueva comida: Preocupación por el que le dije, el verla sumamente hermosa y extasiarme ante su visión, el gozar de su sonrisa, celos que sigo sin saber a que demonios se deben, si es que son realmente celos, y otros que o ya no existen o no los he notado. Pero ojo, eso no dice que voy a caer en una nueva depresión; estoy luchando duramente por eliminar los últimos ingredientes de la olla, con agua, jabón, esfuerzo, sonrisas y alegría y poco a poco, va saliendo. Lavar una olla como la de ella, luego de ponerle tanto esfuerzo a cocinar, es por ende y casi siempre, una tarea monumental. Pero después de dejarla en remojo, de dejarla al sol, y de dejarla sola, me veo lo suficientemente listo y capaz de borrar con mi mano limpiadora los últimos vestigios de mis sentimientos de hace un mes talvez. Y lo lograré, lo sé. De todas formas, es tan poco lo que me falta, que ni méritos merezco. Ahora, si me los quieren dar, bienvenidos.

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