Las cartas vuelan; las noticias tienden a ser eternas e inmutables por el tiempo. Así, la comunicación con mi padre antes perdido y ahora mucho más presente que muchos de mis hipócritas amigos, se vuelve diaria, buscando detrás de cada oración, la esencia detrás de telones, para conocernos más allá de la descripción de la percepción. Veo ahora fotos de un padre más maduro, de cuerpo y alma y de su esposa bruja como la llama el mismo, sonriendo a través del velo de la distancia. Y por primera vez, una idea es reconsiderada; busco los métodos para viajar, por un corto tiempo, para reunirme con mi padre y su familia, para poder abrazar esa imagen del espejo que es tan yo, como soy yo una imagen suya. Y como nada, me hace feliz el hecho del posible encuentro; nunca una mujer, sea amiga, amante o demases fuera de esposa, provocará en mí tanta ansia y expectativa que abrazar a mi padre. Después de todo, es un abrazo que lleva casi 10 años guardado en el closet, a veces en el cajón de la mierda, a veces en los recuerdos para regalar. Un abrazo digno de ser acompañado con bombitas de lágrimas y sonidos de amor. Ojala, en todo caso.
Y mientras una mujer me deja botado, aunque no literalmente, otra vuelve entre las nieblas del tiempo, una mujer con la que intercambie más de una conversación con propósitos excitantes y dudosos, una mujer con la que la cercanía excesiva era imposible, siendo yo el hombre comprometido que era. Pero ahora, talvez siguiendo un instinto maravilloso, nos hablamos nuevamente, pudiéndose escuchar con claridad una emoción sutil en el final de las oraciones, que superficialmente, buscaban la cercanía personal; ojala que el sabio de Adriano haya fallado al ver al amor y la pureza de alegría sencilla como mundos inhabitables por el hombre actual. En todo caso, las simples letras intercambiadas con la joven que mis ojos han admirado solo una vez, en una noche impregnada de olor a carro nuevo, fue suficiente para sobrellevar una plantada con una sonrisa, y posponerla talvez para un mañana incierto; no me quejo, la ausencia de visitas me permite bailar desnudo con música rock, y escribir sabiéndome lleno y contento, sin pensar y recordar cada gesto, palabra o acción realizada ante una acompañante, como es casi típico que mi alma procede a hacer automáticamente; buscar con ayuda de su maravillosa empatía el sentimiento de los otros se ha vuelto en un hobby más. Ya se me cierran los ojos, y aunque no he escrito nada que mueva mi espirítu, si leo la cuota diaria y la excedo con ánimos; no me queda de otra, soy un lector amante y apasionado. ¿Será por eso que mi grandeza es ya inevitable?
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