TiraEcol

Tira Ecol

lunes, noviembre 20, 2006

Una reunión libresca

La vuelvo a ver y no hay sentimientos exagerados que afloren en mi corazón; aún, noto una atracción mutua sutil que fluye entre las bromas y preguntas, buscando talvez una salida. Sigo adorando su perfil, sus ojos detrás de lentes gigantescos, esas palabras que termino sin entender pero siempre respondo con un Sí, por simple aquiescencia enamorada. El día transcurre con noticias de operaciones a ser realizadas en el mañana, y evaluó una oportunidad para faltar a mi trabajo y descansar; realmente quiero unas vacaciones del tedio. Pero está ahí, nuevamente, mi eterno combatiente. No puedo; necesito – ODIO ESTA MALDITA NECESIDAD – el dinero, necesito vivir, necesito pagar, necesito ser parte de esta máquina come hombres, que solo extiende su piedad por dinero. Yo me metí solo a su boca, sabiendo que sería triturado, por lo que realmente no sufro de forma infatigable. Aún así, el sentimiento de no poder faltar a mi trabajo, no por moral, ni por amor a él, ni por pereza sino porque necesito ese dinero, no es nada agradable. Lo detesto, pero lo abrazo con cariño para protegerlo. Lo sé, ¡Hijueputa ambivalencia!

Mientras mi equipo disfruta, yo trabajo; promedio del día de hoy en donde lo único importante fue el trabajo. Leí como común, tomando los consejos del emperador hermoso de Adriano para ver mi propia vida; líder entre los romanos, amante de la belleza y arte, hombre débil para el amor, grande e idealista, fuerte y filósofo, tantas características simplemente lo hacen asemejarse a este joven que escribe. Ambos ubicamos el amor y la belleza en todas sus formas en un pedestal altísimo que llega hasta el cielo; ambos tememos a las pérdidas amorosas, ambos hemos llorado por el amado o amada; ambos hemos tenido grandes ideas que han sido ignoradas por la ignorancia; ambos osamos avergonzarnos de nuestros coetáneos, meneando la cabeza, y pidiendo perdón al mundo por las bestias de sus habitantes, especialmente del hombre. Pero todo termina, por dicha.

Por último, asisto a la reunión de los lectores; comimos, tomamos, nos presentamos, reímos y luchamos en pro de nuestras amigas las letras, sin importar el formato en que vinieran. Nos vemos a las caras y mostramos nuestra sorpresa; por lo menos, me calificaron de escribir como si fuera más viejo, a lo que simplemente respondí – La vida me ha hecho más joven -, pues con toda la mierda que he comido y la felicidad que he disfrutado, me he garantizado una madurez y sabiduría que pocos de mi edad o cercanos para arriba, poseen. Trato de seguir la conversación y lo logro hasta cierto punto. Como en una montaña rusa, mi esfuerzo para escucharte tiene su cúspide, solo para bajar de forma apresurada después de esta pasada; llego el punto entonces en que sin poder llevar el ritmo impuesto por varios hablando al mismo tiempo, mi energía fue drenada poco a poco con cada oración malentendida, con cada comentario ignorado, por cada palabra a la que no le veía sentido, sin tener ya el ánimo de pedir traducción. A pesar de todo, hay veces que se me olvida lo positivo de mi condición. Pero ahí seguimos, escuchando de una escritora como yo, con perfil cautivante, gestos simples y llenos de gracia, millones de rostros diferentes hermosos todos, y palabras llenas de sabiduría; como si fuera poco, también amante de lo verde y enemiga de la corteza animal asesinada dispuesta al sacrificio de la comida. Bien lo había dicho el Tarot en la mañana, y aunque hube de malinterpretar el significado al principio, todo se hizo claro. Me acuesto con los ojos cansados pero que saben que se han movido hoy con cosas que hacer; dentista en la mañana, llegar temprano luego, trabajar en el odioso puesto de siempre, montarme en buses equivocados su buena analogía tendrá y la esperada reunión coronada con un viento terrible que todavía azota mis ventanas. Escribiría más, pero noto que ya no sé lo que describo con estos dedos inquietos, así que para evitar problemas, dejémoslo acá. Por hoy.

No hay comentarios.: