"- Y con usted también, meser Nicolo - replicó el artista riendo-. Si yo voy al Paraíso, tampoco se escapará usted.
- ¡Oh, no! Yo cedo por anticipado mi puesto a cualquiera que lo acepte. Tengo bastante con el aburrimiento terrestre..."
(El Romance de Leonardo)
Claramente Meser Nicolo, al replicarle a Leonardo su "invitación" al paraíso, tenía razón. Si nos situamos en el contexto del siglo XVI, en donde la visión del cielo y el infierno era regida por la Biblia y la Divina Comedia de Aligheri por igual, el cielo se nos muestra como la más aburrida de las situaciones (De hecho, de la Comedia vale la pena 100% el infierno, 50% el purgatorio y una picha el cielo... Odio esferas celestes y el aburrimiento celestial. Además, el lago de hielo es cool).
Y siempre lo he dicho. Aunque mis creencias destilan mi verdadera fe de que tenemos que reencarnar, a gusto de nuestro Yo Mayor, cuantas veces queramos y donde deseemos, optaría por un infierno si existiera. Si a veces la Tierra se torna tan aburrida, ¿se imaginan un puto cielo en donde todos están "felices"? Y tal vez aún más que aburrido, ¿no se sentiría la ausencia de la vida, con sus pasiones, problemas e ilusiones?
Hoy Percantilla me visito y como diría el viejo romano: Veni, vidi, vici. Hablamos, comimos juntos, nos reímos un rato y me vaciló con lo que son los problemas mentales que un loco usualmente tiene por iluso. Hablé con Gaby y parece que va a venir el próximo jueves, desechando mi tentativa de ir este fin de semana, aunque estaba planeado totalmente. Aunque yo asumo como un hecho que después de su estancia en el aparta, yo me voy con ella a CQ, hay serias probabilidades que eso no pasé. Y hablamos, reímos, actuamos como amigos y como novios... Y aún así, ahora que la noche se mete por mis agujeros, se vuelve a sentir ese aburrimiento... y esa ausencia.
Esa ausencia de que Gaby no está acá. Esa ausencia de que no hay amigos que entren en mi cuarto y me llenen la vida de un desorden de colores. Una ausencia de que sobran las cobijas cuando duermo y de que al abrir los ojos me topo con la soledad en las mañanas. Cada segundo es un candado que me encierra más en un cuarto pequeñito donde por una ventana, veo la luna llena y recuerdo, como aquel cuento en miniatura que habría escrito para el examen de taller literario el año pasado.
Pero bueno, puedo creer que todavía hay quienes me recuerdan, sea porque me quieran, sea porque me odien, sea porque simplemente soy como soy. Y eso, a pesar de que el teléfono tiene en su ansiedad a Gaby, tarde o temprano todo estará bien. Gaby estará conmigo, Percantilla vendrá y se debatirá entre los celos y su arte y hasta la misma Malis podrá llevarse algún libro, para que, de repente, POR FAVOR, deje de leer a Coehlo, fatalidad universal.
Parto a trabajar, al aburrimiento terrenal del que Meser Nicolo pasa huyendo...
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